¿Cuándo es mi turno? El tiempo se mide con varas diferentes cuando estamos en espera de un seguimiento. Y la incertidumbre asecha al más ligero pensamiento. Es extremadamente frágil el presente al soñar con un futuro cercano. El corazón se agita, la respiración se acelera, nuestras manos y pies desean movimiento, acción, resolución.
Si de salud se trata anhelamos siempre disfrutarla; sin embargo al primer malestar nuestro mundo se desequilibra e imploramos adivinar el momento del restablecimiento. Si el turno que esperamos es referente a un puesto o trabajo, la mente ansiosa sueña con el momento del desenlace, ¿para un sí, un tal vez, o un no? Así medimos el tiempo deseando acelerarlo y calibramos nuestro sueño como pronta realidad. ¿Cuándo es mi turno? ¿Hoy, ahora?
Entre más jóvenes somos más inquietos son los pasos. Inquietos e inquietantes ¿o no? En estas edades la paciencia es un don poco apreciado. Lo quiero ahora y ya. A los niños les enseñamos a esperar su turno, en los juegos, en las salas de espera, en los almacenes, en familia y en la sociedad. ¿Por qué hacemos filas? ¿Quién dicta quién va enfrente y quién detrás? Son normas del orden y disciplina, nada más. El turno y la rebeldía no pueden ir de la mano. Los minutos dictaminan un seguimiento, ni antes ni después sino en el justo instante.
Dicen los sabios que las cosas y los turnos nos llegan cuando estamos preparados para recibirlos. ¿Será verdad? Confío en que así lo sea, porque de otro modo mi mente sufriría, mi insistencia alargaría el proceso conduciendo a un final tambaleante. Es mejor abandonarse a Dios si eres creyente, al universo por vivir en este todo, al mundo por ayudar a mejorarlo. Hay que agradecer desde ya este turno nuestro.
¿Cuándo es mi turno? Pregunta el menor de la familia. Ya llega, espera un poquito, no desesperes y verás que habrá una recompensa. Y así lo es, y así lo fue. Nuestra historia la escribimos al vivirla en un único tiempo. Mi turno no es más valiente que el tuyo, es sólo diferente. Mi turno no es taciturno por llegar después que el tuyo. Peques lo digo por experiencia, su turno llega en el justo momento que estén dispuestos a recibirlo.
He tenido turnos lentos y sabios, cómodos y frágiles, resistentes y alcalinos, reticentes y magníficos, dudosos y efímeros, alegres y festivos, celebratorios y agradecidos. Cada mañana abro mis palmas y espero mi turno con una oración y reflexión. ¡ Muchas Gracias por permitirme estar en el aquí y en el ahora!